Los cocineros de Sol advierten de que no darán de comer a borrachos ni a caraduras
Reparto de alimentos en la acampada de protesta de Sol. EFE
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El troll, como el hombre, es un animal de costumbres. Sucede en cada asamblea general de la acampada de la madrileña Puerta del Sol: intervienen los portavoces de las comisiones –que crecen como los ministerios en tiempo de bonanza: aquí hasta hay una de Amor y Espiritualidad–; luego intervienen las voces discrepantes, los indignados de a pie, aquellos que ya han estado en dos ONG, caso real, y saben, dicen, de lo que hablan; finalmente toman la palabra –más bien se apoderan de ella– los espontáneos plastas.
Los moderadores, encallecida su paciencia, ya están fogueados en el arte de birlarles el micro. Don’t feed the troll, se advierte en foros y ágoras interneteros. No alimentéis al pesado, braman los susurros de la plaza.El troll, en la red, provoca, ofende, interrumpe, insulta y, en ocasiones, sufre un trastorno de personalidad múltiple que le lleva a multiplicar sus avatares y nicks, como un gremlin víctima de una aguadilla en la fuente de Sol. En el kilómetro cero de la indignación, sin embargo, el troll analógico confunde, desvía la atención, en definitiva, enreda. Ayer tocaba la reestructuración del campamento, por ejemplo, pero alguno se empeñó en tratar, entre arqueos de cejas, chanzas y abucheos, el problema del acceso a una vivienda o la conversión del movimiento en un partido político.
Los moderadores están fogueados en el arte de birlarle el micro a los trolls
Tal vez no se reconozcan como trolls, quizás no sepan ni qué significa, Wikipedia mediante, el palabro. En Twitter, altavoz de la protesta, hay quien sostiene que hay policías y agentes del CNI infiltrados con la misión de entorpecer las asambleas, de reventar la rabia misma. Todo hay que decirlo: el jubilado de turno tiene más pinta de espontáneo desorientado que de malparado Anacleto entrado en canas.Teorías conspirativas al margen, en Sol han dejado claro que no alimentarán al troll, pero tampoco darán de comer al gorrón hambriento ni al jaranero de reenganche. "No somos un comedor social”, dijo ayer un encargado de la cocina de la acampada, en referencia a aquellos que alojan su indignación en el estómago. Porque ha habido quejas por el acopio de comida por parte de ciudadanos que no han venido hasta aquí para protestar sino para contentar el bandullo, por lo que el citado responsable de los fogones advirtió de que sólo proporcionarán alimentos a los acampados que se comporten y a los indignados afines al movimiento 15-M.
"No somos un comedor social"
Por si hubiese algún gourmet antropomorfo y despistado, los chefs de Sol avisan a los navegantes de la Red y de la noche: “Tampoco daremos de comer a los borrachos que vienen de fiesta".
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